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Mitología Nórdica: la muerte de Balder

Balder o  Baldr, era el hijo de Odin y de Frigg y era el más atractivo  y además el más amado de los dioses y era el Dios de la luz y de la verdad. Sin embargo Balder, empezó a tener unos sueños repletos de oscuridad, pesadillas que le turbaban el sueño y le provocaban tremendos malestares. Como sus sueños perduraban, los dioses se reunieron, buscando algún tipo de manera para acabar con los sueños de Balder, como era el más querido de todos los dioses, querían protegerlo de todas las cosas.

Todos los dioses juntos confeccionaron una lista en la cual nombraban todas las cosas que podían herir y matar a Balder. Desde armas, a enfermedades pasando por plantas. Su madre, cuando la lista estuvo terminada, se fue por cada uno de los rincones de los nueve mundos, asegurándose y haciendo un juramento por el cual ninguna de las cosas de la lista le haría daño a su hijo, pero no hacía falta, porque Balder era tan universalmente querido y apreciado, que nadie quería herirle.

Exultante y sabiendo que su hijo era invencible, Frigg dio una fiesta donde quería probar la invulnerabilidad de su hijo. Las piedras lanzadas al cuerpo del Dios rebotaban sin ni si quiera tocarlo, e incluso los mazos del dios Thor se negaron a herirlo.

Pero Loki no adoraba tanto a Balder como lo hacía el resto de los dioses, y estaba convencido que había algo que podía herir al Dios. Disfrazado como una anciana, fue a hablar con Frigg, hasta que consiguió sacarle la información que estaba buscando. La madre del Dios finalmente confesó que había algo a lo que no había jurado que jamás heriría a su hijo, por ser algo demasiado pequeño e insignificante, y eso era el muérdago. Con esa información privilegiada, Loki cogió una rama de muérdago del bosque  y regresó a la fiesta. Cuando volvió, habló con Hodr el hermano ciego de Balder y Dios de la Oscuridad, que no había podido participar en la celebración de la demostración de la invulnerabilidad de Balder por no poder apuntar ninguna cosa al cuerpo de su hermano. Loki, siendo como era el Dios de las travesuras, le dijo a Hodr que podía ayudarle a lanzarle la rama de muérdago. Completamente agradecido, Hodr lo hizo y lanzó la rama de muérdago a su hermano, la cual se clavó en medio de su pecho, matándole automáticamente.

Cuando el resto de los dioses se dieron cuenta, Loki salió corriendo y las celebraciones se tornaron en terribles lamentos, porque Balder, el más amado de los dioses, había muerto.

Frigg quedó completamente destrozada ante la muerte de su hijo y así declaró que el muérdago nunca más debía ser considerado como un arma y que daría un beso a cualquier persona que pasase debajo de él.

Es este mito la razón por la cual ponemos ramas de muérdago en los techos y en los umbrales de las puertas durante la época de la navidad y tenemos que besarnos al pasar por debajo de él, porque el muérdago, que fue completamente desestimado y luego tomado por un arma, quería ser visto por Frigg tras ser el motivo de la muerte de su hijo, con algo relacionado con el amor y no con la violencia.

El cuerpo de Balder se colocó sobre la pira funeraria construida sobre su barco, Hringhorni (“el barco anillo”), la nave más grande jamás construida. La esposa de Balder, Nanna, cayó muerta en el acto debido al dolor de la pérdida. El caballo de Balder fue sacrificado y puesto junto a la pira. Odín tomó su anillo mágico Draupnir, uno de los mayores tesoros de los dioses, y se lo colocó a Balder. Luego, se inclinó sobre el rostro de su hijo y murmuró unas palabras en su oído. El fuego se encendió. Luego Thor se paró y santificó la pira con Mjölnir; y delante de sus pies corrió cierto enano, cuyo nombre era Litr (“color”); Thor lo pateó y lo arrojó en el fuego, donde se quemó, lo que después se convirtió en motivo de disputa entre dioses y enanos. A pesar de que los dioses emplearon sus mayores fuerzas, no podían empujar el barco al mar. En su ayuda apareció la giganta Hyrrokin, montada en un gigantesco lobo, utilizando serpientes como riendas. Ella bajó de su montura y Odín llamó a cuatro guerreros para que sostuvieran al lobo. No pudieron hacerlo hasta que lo derribaron. Hyrrokin empujó el navío con tanta fuerza que, debido a la fricción, éste se prendió en llamas y el mundo enteró se sacudió. Mientras Hringhorni ardía en el mar, Thor, enfurecido como estaba, intentó matar a la giganta, pero los demás dioses le imploraron que se detuviera. Hyrrokin había sido de gran ayuda.

Pero la muerte de Balder debía ser vengada. Sin embargo, Odín no podía asesinar a su propio hijo Hodr. Tras consultar un oráculo, se le dijo que el vengador nacería de una giganta de hielo llamada Rind. Viajó a Vestsalir, donde ésta vivía, y se hizo pasar por un guerrero llamado Roster. En dos ocasiones intentó convencer a Rind de que se uniera a él, pero fracasó. Supo entonces que sólo mediante magia podría vencer al helado corazón de la giganta. Se transformó en una hechicera que dijo llamarse Wecha. Cuando Rind enfermó, su padre hizo llamar a Wecha, quien dijo poseer la medicina adecuada, pero que haría reaccionar de mala manera a la enferma. Ordenó que Rind fuera atada a la cama, a lo que su padre accedió, y que fueran dejadas a solas. De esta forma, Odín volvió a su forma original y tomó a la giganta. De esta unión nació un hijo llamado Váli. El niño creció rápidamente desde el momento de su nacimiento. En su primera noche de vida, sin haber siquiera peinado sus cabellos o haberse lavado las manos, partió hacia Asgard, donde dio muerte de inmediato a Hodr, utilizando su arco y flechas.

Mientras tanto, tras nueve días y nueve noches de travesía, Hermod, montando en Sleipnir, llegó a orillas del río Gjöll. El puente para cruzarlo, Gjallarbru, estaba resguardado por Modgud, una giganta con aspecto de esqueleto, quien de inmediato pudo darse cuenta de que Hermod aún estaba con vida. “Ayer pasaron por aquí cinco batallones y sin embargo el puente cruje más bajo tus pies que cuando pasaron ellos”, dijo. Le preguntó qué asuntos tenía en Helheim y luego de explicarle su misión, Modgud le confirmó que Balder acababa de cruzar el puente, junto a Nanna y su caballo. Al tratarse de un Æsir, Modgud le permitió pasar.

Al arribar a las puertas de Eliud, el palacio de Hela, Hermod saltó la reja que rodea el lugar y se presentó en Bilkanda, el salón donde Hela recibe a los muertos. Allí vio a Baldr sentado en el asiento mas honorífico, junto a su esposa. Hermod rogó a Hela que liberara a Balder, citando el llanto entre los Æsir. Entonces Hela proclamó que Balder sólo sería liberado si todas las cosas, muertas y vivas, lloraban por él. Balder dio a Hermod el anillo Draupnir para regresárselo a Odín. Nanna le dio una túnica de algodón para Frigg junto con otros regalos y un anillo para Fulla. Entonces Hermod regresó con el mensaje.

Al regreso de Hermod a Asgard, los Æsir enviaron mensajeros a los nueve mundos. Todas las cosas lloraron la muerte de Balder, hombres y bestias, rocas y metal. Todas excepto una giganta llamada Thokk que los mensajeros encontraron sentada en una cueva y que no era otra que Loki disfrazado. “Thokk llorará lágrimas secas por Balder”, dijo, “Vivo o muerto, el hijo del viejo no me ha servido de nada. Que Hela se quede con lo que le pertenece”. Es así como Balder debe permanecer en el inframundo, sin emerger hasta pasado el Ragnarök, cuando él y su hermano Hodr se reconciliarán y reinarán sobre toda la tierra junto a los hijos de Thor y los otros Æsir sobrevivientes, Vidar y Váli.

La historia de la muerte de Balder es muy antigua. Imágenes grabadas en brazaletes de oro que datan del siglo VI d.C. ilustran la anécdota de su muerte.

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